Los museos gozan de una gran popularidad. Hoy en día siguen experimentando crecimiento tanto en número como en rentabilidad. Ahora más que nunca la gente invierte su tiempo y dinero en visitarlos. Sin embargo, ¿hasta qué punto lo hacen por el placer que les proporciona la experiencia? ¿Existe ahora algo que les haga amar más el arte o es el interés por el arte, en algunos casos, una construcción social?
La Mona Lisa
El mundo y la manera que tenemos de comprenderlo ha cambiado notablemente con la aparición de las redes sociales. Esto se ha visto reflejado no solo en las costumbres de la vida cotidiana, sino también en la manera de enfrentarse al arte. Muchas veces, los visitantes de los museos ni siquiera miran a las obras con sus propios ojos, sino a través de las pantallas de sus teléfonos móviles. ¿Qué quiere decir esto? ¿Tal vez ha perdido el arte su capacidad de emocionar?
La introducción de las redes sociales conlleva que los museos se convierten en, como dicen Cano y Rostoll (2018), objetos sociales que se deben comunicar por la web social. Pero este fenómeno no tiene por qué ser algo negativo. Forteza Oliver (2012) argumenta que, si bien la cultura se alimenta de la tradición y renovación, las nuevas tecnologías nos ayudan a expandir la capacidad mental, hasta el punto de fomentar un pensamiento más generalizado. De ahí surgieron los museos virtuales, museos en los cuales se presentan obras desde una página web en la que uno puede interactuar con ellas desde la comodidad de casa (Regil Vargas, 2006).
De ese modo, la relación de Internet y las redes sociales con el arte tiene un lado positivo, que es que lo hace más accesible. Sin embargo, también existe otra cara. Los museos ya no son apreciados como portadores de grandes obras que todos admiran, sino como una foto más en su cuenta de Instagram.
El valor del arte ha sido reducido a que, en muchos casos, tan solo ahora es algo posteable. Saber de arte, o al menos aparentarlo, se ha convertido en una estética muy extendida en las nuevas generaciones. Uno de los ejemplos más vistos y conocidos sería La Gioconda o Monna Lisa de Leonardo Da Vinci que es percibida como una celebrity y un cuadro que se puso de moda de forma que rebaja su valor artístico y no es apreciada como obra maestra.
Claro está que entre estas masas existen verdaderos amantes del arte, pero se ha dado como un fenómeno altamente extendido la indiferencia hacia las obras que se visitan. Las posibles causas de esta evolución en la actitud del público de los museos se estudiarán en el siguiente apartado, apoyándonos en datos de encuestas realizadas por nuestro equipo y en relación con el concepto de “capital cultural”.
El capital cultural del arte
Cuando nos referimos al concepto de capital cultural podemos decir que implica aquellas representaciones, habilidades, actitudes, aptitudes que posee una persona y que, de algún modo, caracterizan su posición en la sociedad (Chacón et al., 2015). Este concepto fue ideado por el sociólogo francés Pierre Bourdieu junto a sus seguidores y el término fue visto por primera vez en su libro La reproducción (1973), el cual escribió junto al también sociólogo Jean-Claude Passeron.
Ahora veamos más a fondo en qué ha afectado esto a las personas y cómo lo podemos relacionar con el comportamiento de una sociedad. Sabemos que Bourdieu (1979) plantea el capital cultural de tres maneras, pero nosotros nos vamos a centrar en una de ellas, en la que dice que es un estado objetivado que “representa medios, bienes materiales que, en esencia, otorgan un efecto formativo a quienes lo poseen, es el caso de escritos, pinturas, monumentos, etc. de los cuales, el individuo se apropia simbólicamente y se manifiesta mediante los hábitos y preferencias” (Chacón et al., 2015, pág. 7).
De esto podemos deducir que el capital cultural se trata básicamente del conocimiento que tiene una persona en diferentes ámbitos, los cuales le otorgan al sujeto cierto estatus frente a la sociedad. En general, hay una concepción, aunque sea inconscientemente, de que los individuos que visitan museos son más cultos e, incluso, tienen un mayor nivel socioeconómico.
La encuesta que hemos realizado ha sido enviada a personas de diversas edades y ámbitos sociales; en ella 43 personas respondieron a las cuestiones. Consta de cinco preguntas simples y a partir de las respuestas podemos decir que un gran número de personas considera que obtener mayor capital cultural es uno de los beneficios de visitar museos o viajar.
Un 81 % de los participantes afirma creer que en nuestra sociedad se percibe como un valor positivo saber de arte o visitar museos, a la vez que el 100 % opina que viajar está “bien visto”. Por último, preguntamos si creían que la gente te percibe como “más interesante” porque te guste el arte y visitar museos y la opción de “sí, creo que normalmente genera una impresión positiva” se llevó el 74,4 % de los votos.
Con todos estos resultados se podría afirmar que la gran mayoría percibe tanto el interés en el arte como viajar, que van muchas veces dados de la mano al visitar museos en otros países, como elementos positivos. No solo positivos a nivel individual, sino también a nivel social. Creer que te percibirán como una persona más interesante en la sociedad te otorga más valor e importancia. Por tanto, entre los motivos que impulsan la decisión de visitar museos o viajar se encontrarán los del beneficio social o individual.
En otras palabras, la obtención de un mayor capital cultural no forma parte solo de las consecuencias, sino también de los objetivos de viajar y realizar actividades culturales. A esto, entre otras razones, es a lo que se debe el valor posteable que se le da hoy en día al arte, ya que, si no se dejara constancia en las publicaciones en redes, se perdería todo el beneficio social que conllevan.
El arte como valor académico
En paralelo a la anterior encuesta, se ha realizado otra más enfocada a cómo se ve reflejado el valor que la sociedad le da al arte en el sistema educativo, en donde se obtuvieron 76 respuestas. La primera pregunta es: “¿Has estudiado Historia del Arte o Literatura Universal en el instituto?”. La respuesta fue “Sí” para un 59,2 % de los encuestados y un 40,2 % respondió “No”. Con esta pregunta nos interesaba saber el conocimiento sobre arte de los informantes, ya que la consideramos importante para poder entender las respuestas de las siguientes preguntas.
¿Has estudiado Historia del Arte o Literatura Universal en el instituto?
Es verdad que la encuesta al ser de manera anónima para los encuestados no podemos saber el rango de edad, por lo que no sabemos bien si durante su período de estudio estuvieron implementadas las asignaturas de Historia del Arte y Literatura Universal.
¿Crees que Historia del Arte debería de ser una asignatura obligatoria como lo es Historia Universal / de España?
La segunda pregunta de la encuesta era si consideraban Historia del Arte una asignatura igual de importante que Historia Universal o Historia de España. El 52,6 % de los encuestados respondieron “Sí”, entonces creemos que hay una correlación entre los datos de la anterior pregunta y esta, lo que demuestra que la mayoría de los que han estudiado Historia del Arte creen que es una asignatura esencial en el currículum de estudios de Bachillerato.
Esto también se ha visto reflejado en la siguiente pregunta “Si has respondido “Sí” ¿Por qué debería ser una asignatura obligatoria?”. La mayoría de los encuestados han argumentado que es cultura general y, además, es importante para entender la propia historia.
¿Sueles ir a museos?
También se preguntó a los encuestados si suelen visitar museos. El 48,7 % respondieron “Sí” y el 51,3 % respondieron “No”.
¿Crees que ir a museos es un plan instagrameable? (Instagrameable=postureo)
Por último, a la pregunta “¿Crees que ir a museos es un plan instagrameable?” (Instagrameable = postureo)”, el 71,1 % dijo “Sí” y el 28,9 % restante respondió “No”. Este resultado respalda la teoría sugerida en el apartado anterior, es decir, la gente que visita museos decide hacer pública la actividad en sus redes sociales para que así se les considere cultos.
Conclusión
El arte es percibido de manera muy positiva por gran parte de la sociedad. Su estudio está implantado en nuestro sistema educativo y, además, se consume como entretenimiento. Esto hace que el individuo que lo conoce y demuestra interés por él obtenga más capital cultural. Pero, después de haber realizado este artículo, podemos afirmar que existe también otra nueva motivación: la búsqueda de reconocimiento social.
