Ya hace algunos años que nos encontramos viviendo en un mundo muy diferente al de nuestros padres o abuelos, a esta época la solemos conocer como la era digital. Esta era digital tuvo su comienzo a principios del siglo XXI, las familias comenzaban a tener ordenadores en casa, junto a una conexión a Internet que permitía acceder a grandes cantidades de información al alcance de un solo clic, lo cual fue muy llamativo para todos nosotros. Si bien, unos años antes, en los 90, fueron apareciendo los servicios de mensajería instantánea que permitían una comunicación fácil y rápida con nuestros amigos y familiares. Estos servicios de mensajería se sustituirían (a principios de los 2000), por unas plataformas que nos resultan a todos muy conocidas hoy en día: las redes sociales.
La aparición de las redes sociales supuso un boom tanto social como cultural. Nuestra comunicación en línea ya no estaba restringida únicamente a los mensajes de texto o llamadas, sino que ahora podíamos compartir tanto fotos como vídeos de todo aquello que quisiéramos dar a conocer a nuestros conocidos (y no tan conocidos), nuestros pensamientos y opiniones en forma de estado o publicación en nuestro muro, etc.
Es en este punto en el que podemos empezar a hablar de las personas que ocupan el tema de este ensayo: los influencers. La RAE define el término influencer como: “anglicismo usado en referencia a una persona con capacidad para influir sobre otros principalmente a través de las redes sociales”. En los últimos años han aparecido una gran cantidad de influencers en las principales redes sociales: Youtube, Instagram, Tik Tok… Estos recogen millones de visitas y seguidores, los cuales ven en estas populares figuras un ideal o rol a seguir. Los principales seguidores de estas celebridades son los adolescentes, que son los que más tiempo dedican al uso de las redes sociales y, en muchos casos, sin ningún tipo de control por parte de sus padres.
Obviamente, que un niño vea en una persona a un modelo a seguir no es malo, cabe mencionar que es algo que lleva sucediendo toda la vida. Nosotros mismos, sin ir más lejos, cuando éramos pequeños, seguramente queríamos ser el próximo Zidane o llegar a ser grandes músicos como Hendrix, por ejemplo.
Quizá el mayor problema que encontramos con los influencers es el propio poder de influencia que tienen. En muchas ocasiones, los influencers presentan a los jóvenes estilos de vida de ensueño, los cuales, siendo realistas, son escenarios que no se presentan muy a menudo en la vida de una persona normal. En muchos casos la imposibilidad de alcanzar estos estilos de vida (aquellos que implican tener mucho dinero, poseer coches, hacer grandes viajes, etc.) producen en los jóvenes un cierto espíritu de desesperanza y, en los casos más extremos, pueden llevar a los mismos a un estado de profunda depresión, ya que estos sienten que no pueden llegar a alcanzar un alto nivel de vida falsamente estandarizado por algunos de estos influencers.
Esto también se aplica al ámbito del físico, sobre todo en el mundo del fitness y cómo los jóvenes se ven a sí mismos. En las redes sociales se presentan unos cánones de belleza irreales que generan una preocupante inseguridad en los jóvenes, lo cual provoca que, dependiendo de la persona, estas decidan dejar de comer, consumir sustancias que ayudan a fomentar el crecimiento muscular e, incluso, pensar en llevar a cabo operaciones estéticas, ya que lo ven como la única solución a sus problemas (Combi, 2023).
En la otra cara de la moneda aparecen otro tipo de influencers, como, por ejemplo, aquellos pertenecientes al movimiento “body positive”, quienes buscan que las personas se acepten tal y como son y así evitar los problemas mencionados previamente. De igual manera, hay influencers que muestran al mundo su estilo de vida, y lo presentan como algo más realista y alcanzable, diferente del que predican los influencers millonarios. Es imperativo que, para un adecuado desarrollo de la personalidad de los más jóvenes, sus padres controlen el contenido que consumen sus hijos y la cantidad en la que lo hacen, ya que una persona expuesta a un mayor tiempo a este tipo de contenido sin control se verá más influenciada por ello. Están en una etapa de la vida en la que desarrollan diferentes factores, físicos y mentales como, por ejemplo, su carácter, su forma de ser, o incluso su educación.
Las redes sociales juegan un papel importante en ellos, ya que son muy fáciles de influenciar. Es un peligro constante que a un niño o niña de menos de 13 años le dejen solo con un móvil, tablet u ordenador, sin supervisión de un adulto, debido a que es un ambiente en el que personas de diversas edades, culturas o países se relacionan subiendo contenido personal, de entretenimiento o incluso privado y explícito.
Los niños de esas edades son como esponjas, absorben absolutamente todo lo que ven o escuchan, creando así las diferentes cualidades que describen a una persona. Por ejemplo, si un menor ve constantes vídeos de entretenimiento en el que utilizan un vocabulario no adecuado para ellos o incluso obsceno, poco a poco irá acostumbrándose a ese vocabulario hasta que lo practique verbalmente en su día a día, así como una incitación al odio, tocando temas como el racismo, machismo, ideas políticas, etc. Se les debe introducir estos temas desde un punto de vista en el que ellos lo comprendan lentamente, y de ello los padres son los responsables de evitar que se informen mal o que vean incluso contenido explícito no apto para esas edades.
Pero, últimamente, cada vez hay más colegios donde se usa Internet para todo tipo de actividades escolares (tareas, trabajos, clases online). Sin embargo, desde este punto de vista no tiene mucho peligro, porque es una herramienta de aprendizaje, aunque también se debe controlar. Se debe tener un uso responsable y, sobre todo, control y supervisión de los niños (Equipo Editorial, 2023).
La dependencia emocional hacia las redes sociales se puede manifestar de diversas formas: algunas personas pueden llegar a sentir ansiedad debido a su constante necesidad de revisar las notificaciones, por temor a perderse algo importante, algo que los jóvenes conocen comúnmente como síndrome FOMO (temor a perderse algo). La aprobación externa se convierte en una moneda de intercambio al considerar los “likes”, comentarios y seguidores como indicadores de nuestro valor.
Buscar constantemente aprobación puede desencadenar una fuerte caída de comparaciones continuas, autoestima baja y ansiedad. La gratificación instantánea que ofrecen las redes sociales refuerza aún más el ciclo adictivo, lo que lleva a una dependencia difícil de romper. El uso excesivo de estas plataformas puede perjudicar el desempeño académico y laboral, así como las relaciones interpersonales. La capacidad para estar presentes se puede ver incluso afectada. Identificar los síntomas de esta adicción y trabajar para combatirla es crucial, tanto como establecer límites saludables en el uso del tiempo y buscar actividades alternativas que fomenten una conexión más verdadera con nosotros mismos y con el exterior.
Es importante tratar la adicción a las redes sociales con seriedad y comprensión, ya que impacta no solo a la presencia digitalmente, sino también influye significativamente en nuestra calidad de vida en general. Es necesario para nuestra salud emocional y psicológica encontrar un equilibrio sano entre la vida digital y la vida real, ya que debemos recordar que somos mucho más que un perfil en redes.
Por un lado, tenemos la conexión humana, esto quiere decir que la percepción de identidad que tenemos es diferente a la que había antes de las redes sociales: hoy en día todos estamos conectados y nos es posible comunicarnos sin límites o barreras. Un ejemplo de esto puede ser una relación a distancia, pues puedes comunicarte sin problema con esa otra persona desde cualquier punto del mundo.
Por otro lado, las redes han modificado las normas y los valores sociales. Plataformas como Instagram o Tik Tok se han convertido en vías de difusión y creación de nuevas tendencias culturales, comportamiento e incluso lenguajes. Así, los estándares de moda, de belleza, el estilo de vida e incluso el humor, cambian en torno a las nuevas tendencias populares. Estos cambios han ido moldeando las aspiraciones y el comportamiento de las personas, especialmente de los jóvenes.
Aunque culturalmente las redes sociales aportan beneficios en el ámbito cultural muy positivos para la sociedad, existen algunos aspectos negativos que generan una gran inquietud sobre cómo estas plataformas crean un gran impacto en la salud mental y el bienestar social. Como ya hemos expuesto, demasiado tiempo en las redes sociales puede desencadenar en los jóvenes una necesidad de compararse con los creadores de contenido, además de que el uso excesivo de las redes sociales puede conllevar a adicciones.
Dicho todo esto, el objetivo de las redes sociales se podría definir como la preservación de la cultura. Las plataformas se han convertido en canales de difusión para artistas con los que consiguen alcanzar a una audiencia global. Además de que grupos minoritarios o desconocidos, como pequeñas tribus, pueden dar a conocer su historia, sus tradiciones, su cultura, etc., creando así una corriente de intercambio y comprensión cultural.
Las redes sociales han cambiado radicalmente nuestra manera de comunicarnos y socializar, tanto positiva como negativamente, y eso tiene repercusión directa en el desarrollo de la personalidad y de los mecanismos sociales de los más jóvenes. Los padres deben controlar el uso de redes sociales de sus hijos menores para evitarles problemas mentales y emocionales, y controlar, así, su desarrollo sociopersonal.
Agradecimientos:
*María del Rocío Bartolomé Rodríguez.