«Si el tiempo vital coincide por completo con el tiempo laboral, como sucede hoy, entonces la vida misma se vuelve radicalmente fugaz» (Han, 2022, p. 59)
Partiendo de una obra literaria de estilo puritano y un sermón, aludiremos a la narración del sufrimiento y al mensaje pesimista, con el fin de ejemplificar una idea nuclear en la ética calvinista: la soledad del individuo. A continuación, examinaremos el argumento central contenido en varias obras de Benjamin Franklin, esto es, ganar dinero se ha convertido en el objetivo vital del ser humano y en tal empeño contribuyen la ética calvinista y los clásicos hábitos puritanos. Por último, mencionaremos la principal crítica de Max Weber a este planteamiento ascético de base religiosa para finalizar con una reflexión contemporánea.
En las obras literarias del s. XVII, Nueva Inglaterra, observamos que todo aquello que acontece es interpretado en términos providenciales. En Of Plymouth Plantation (1630), de William Bradford, los peregrinos están angustiados por saberse entre los elegidos de un dios soberano y contrariado. Por su parte, el resurgimiento religioso de la primera mitad del s. XVIII, en las colonias británicas americanas, amplifica el mensaje pesimista puritano cuyo efecto inmediato es que el atemorizado fiel se sienta solo y, por tanto, realice una actividad mundana incesante que le conduzca a la salvación. En este sentido, el teólogo Jonathan Edwards dirige su sermón Sinners in the Hands of an Angry God (1741), a los miembros de la comunidad que, a su juicio, no han experimentado la verdadera conversión. Se vale, a tal fin, de imágenes cenestésicas que infieren una fatalidad ineludible, la de resbalar y caer al abismo del infierno. Este primer calvinismo de las colonias bebe de fuentes religiosas antiguas que acentúan la salvación colectiva y adjudica al padecimiento la provisión divina de prueba de fe, si bien, es precisamente el sufrimiento humano el que sirve para que otros, aplicando la hermenéutica adecuada, concluyan la inexistencia de Dios.
Bajo estas coordenadas espaciotemporales encajaría la propuesta ascética de base religiosa —y con filtro ilustrado— de Benjamin Franklin. En Necessary Hints to Those That Would Be Rich (1736), Franklin, con dicción coloquial —reflejo de su vocación universalista—, evidencia la estrecha relación que existe entre el tiempo —medible, calculable— y el dinero. Es, no obstante, en Advice to a Young Tradesman (1748), donde escribe a un amigo su famoso consejo «Remember that time is money» (Franklin, n.d., p. 118) que es, a juicio de Sophus Reinert, «una declaración icónica que, mercantilizando la existencia misma, ayudó a articular el núcleo emotivo del capitalismo moderno» (Reinert, 2015, p. 61). El campo semántico del dinero —intereses, pagador, crédito, deudas— integra un corpus léxico que determina el eje temático del texto: la habilidad de enriquecerse requiere de la partición del tiempo al objeto de incrementar la productividad, es decir: tiempo mal empleado es oportunidad perdida y, por tanto, dinero no embolsado.
Por su parte, en Autobiography (1791), Franklin representa una imagen hacendosa de sí mismo, una suerte de personaje afable que trabaja duro, vive y deja vivir. Hace gala de los principales hábitos puritanos: introspección, autoexigencia, búsqueda de la perfección, superación permanente y devoción por el trabajo. Benjamin Franklin, a diferencia del primer calvinismo, subraya la obligación individual, en términos de fervor por el trabajo, bajo parámetros de cierta ética racional. Por otro lado, la transición de la salvación colectiva a la responsabilidad que concierne al individuo se podría considerar fruto de la adaptación de la religión a las influencias científicas y racionales de la Ilustración en Estados Unidos. El éxito económico de las comunidades embebidas en el protestantismo ascético calvinista se debe, precisamente, a esta idea de responsabilidad individual que se manifiesta en el objetivo vital de ganar dinero como premio al trabajo.
Escribe Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905) que el plan de actuación de Franklin para enriquecerse es un fin en sí mismo, un propósito «trascendente y realmente irracional respecto a la utilidad o la felicidad del individuo concreto» (Weber, 2012, p. 88). Este empeño vincularía el éxito material con la propia existencia humana de manera que, señala el erudito alemán, «el hombre queda referido a ese ganar dinero como al objetivo de su vida» (p. 88) de lo que se desprende un efecto inmediato y contrario al tradicionalismo económico, a saber: la situación natural de trabajar para vivir acaba, para coronación del capitalismo, invertida.
A partir de la citada obra de Weber, el antropólogo e historiador Emmanuel Todd anticipa la desintegración de Occidente —incluida la esfera católica, cuyo amarre con el trabajo apela a la moral colectiva— que trae causa, precisamente, en el desvanecimiento del protestantismo ascético, con el consiguiente nihilismo o «deificación del vacío» (Todd, 2024, p. 24). Si Todd está en lo cierto, quizá este espacio sea ocupado por creencias Nueva Era, tan arcaicas como desconcertantes, o por creyentes intolerantes —de otro dios único— contrarios a las democracias; esto es, las manecillas del esoterismo y la intransigencia, respectivamente, tal vez midan el tiempo futuro. De momento, el animal laborans hiperconectado prosigue, sin excesiva reflexión, su incesante quehacer mundano, ajustando la propia existencia a los constantes cambios que ha impuesto un mercado laboral cada vez más especializado, global y flexible, tratando de no resbalar y caer al abismo del agotamiento crónico y la precariedad laboral.
Remember, take your time.