Durante una cena con amigos que no eran economistas, surgió el tema de mi Trabajo de Fin de Grado sobre las monedas digitales emitidas por bancos centrales y, en concreto, el euro digital. Motivados por la curiosidad, me vi inundado de preguntas. Lo que sigue a continuación es mi intento de transcribir aquella conversación.
¿Qué es eso de las monedas digitales emitidas por los bancos centrales?
También se las conoce como CBDC por las siglas en inglés de Central Bank Digital Currencies. Para evitar confusiones, quizás sea mejor empezar explicando qué es una moneda. En nuestra sociedad, se trata de una unidad de cuenta, emitida y respaldada por un banco central, representativa del precio de las cosas, sin un valor intrínseco ni activo de garantía que pueda tener detrás como sucedía anteriormente con el oro. Su valor se basa en la confianza y aceptación por un amplio grupo de personas dentro de una región o país específico como medio de pago.
El público tiene acceso a la moneda de su país de dos formas: dinero emitido por la autoridad monetaria en forma de efectivo (dinero público), es decir, billetes y monedas, y dinero digital emitido y respaldado por agentes privados (dinero privado), como puede ser el almacenado en depósitos bancarios.
Al grano, ¿Qué es una CBDC? no sería más que una forma de dinero público en forma digital, que compartiría las características del efectivo, ligada al valor de la moneda física y respaldada por la confianza en la autoridad monetaria que la emite. En principio no tendría la intención de sustituir al efectivo, sino de complementarlo al permitir que el dinero del banco central (dinero público) se utilice también de forma digital. De esta forma, el objetivo fundamental es que éstas sean utilizadas para pagos al por menor (los gastos del día a día).
Pero si ya tenemos el dinero físico, que no va a desaparecer, y el dinero electrónico o digital (en mi wallet o Apple Pay), ¿necesitamos una CBDC?
En realidad, la respuesta no está tan clara; el sistema tal como funciona ahora lo hace de una forma relativamente eficiente. Sin embargo, las nuevas tendencias en los medios de pago, junto al inevitable desuso del efectivo tradicional, preocupa a los bancos centrales. La inserción en la economía de nuevas formas de pago no respaldadas por las autoridades monetarias puede llegar a desestabilizar la economía de un país. Algunos de los peligros incluyen la pérdida de confianza de los ciudadanos en la moneda oficial y la consiguiente afectación de la soberanía monetaria de los bancos centrales. Al no tener el control sobre las monedas utilizadas, se restringe significativamente su capacidad para influir en la economía mediante su política monetaria (por ejemplo, para contener los niveles de inflación). Esto puede generar dificultades a la hora abordar crisis económicas e implementar medidas de estímulo adecuadas.
La emisión de estas monedas por parte de los bancos centrales de todo el mundo parece ser inevitable, y más que por las ventajas que brinda a los usuarios de la zona monetaria, que son muchas, como defensa de la economía frente a otros medios de pago que puedan aparecer controlados por multinacionales tecnológicas, así como las monedas digitales de otros países, como la de China, que nos lleva años de ventaja en desarrollo.
Vale, pero esto a mí ¿en qué me afecta?
En pocas palabras, y si todo sale bien, prácticamente en nada. Tan solo sería un medio de pago más que podrías utilizar para los pagos del día a día, sin necesidad de abrirte una cuenta bancaria (por tanto, evitando los riesgos implícitos de que el banco se vaya a la quiebra y “pierdas todo tu dinero”). En realidad, la principal ventaja que tendría para el usuario medio sería la desintermediación con los bancos, evitando costes, riesgos y haciendo más accesible la inclusión financiera a grupos vulnerables que podrían no tener acceso a una cuenta bancaria tradicional.
Donde sí podemos encontrar ventajas es en la gestión de la política macroeconómica por parte de los bancos centrales. La CBDC podría competir con la aparición de monedas digitales o criptoactivos, mejorando la trazabilidad de las transacciones y aumentando la transparencia de la divisa. Esto facilitaría la lucha contra la financiación del terrorismo, el lavado de dinero o la evasión fiscal.
En lo que respecta a la política monetaria, podría llevar a un aumento en la eficiencia de los mecanismos de transmisión de la política monetaria, al ser ejecutada directamente por los bancos centrales y no depender de intermediarios como las entidades financieras. Además, al proporcionar una visión más precisa de la economía en general, podría mejorar la toma de decisiones por parte de los bancos centrales.
Entonces, si ahora mi dinero lo deposito en el Banco de España para tener acceso al euro digital, ¿en qué lugar deja esto a los bancos tradicionales?
Aquí es donde se encuentra el verdadero debate entre economistas; todavía no está claro qué modelo seguirán los bancos centrales, ya que quedan muchos años de desarrollo para poder emitir realmente una CBDC. Los bancos centrales no tienen la infraestructura suficiente para hacerse cargo de todos los depósitos de sus usuarios de la moneda y parecería poco eficiente generar una nueva infraestructura cuando ya existe una creada y mantenida por las entidades bancarias.
La opción más viable y por la que se decantan la mayoría de los BC, es un modelo híbrido. Los bancos centrales seguirían siendo los encargados de respaldar el valor de la moneda, de proveer el sistema con una infraestructura técnica adecuada y de mantener un registro de las operaciones de los usuarios. Mientras tanto, los bancos comerciales serían los responsables de facilitar servicios de accesibilidad mediante aplicaciones informáticas y de ejecutar las políticas de verificación de identidad de clientes, de detección anti-fraude y de lucha contra el terrorismo.
¿Cómo puede afectar la implantación de una CBDC en la articulación de la política monetaria de los bancos centrales, teniendo en cuenta los tipos de interés generados por la nueva moneda digital?
El tipo de interés se refiere a la compensación que los bancos ofrecen por los ahorros depositados en sus cuentas, lo que significa que, al depositar tu dinero en el banco, estás “prestando” tu dinero a la entidad financiera. En el área euro, por ejemplo, las tasas de interés que los bancos ofrecen a individuos y empresas tienden a fluctuar en sintonía con las tasas establecidas por el Banco Central Europeo (BCE). Estas variaciones en las tasas de interés por parte del BCE tienen como objetivo influir en el consumo de la población para controlar la inflación y, en su caso, el crecimiento económico a través del estímulo de la demanda. En otras palabras, si la inflación aumenta debido a un alto consumo (por el aumento en la demanda de dinero), el BCE puede subir las tasas de interés para reducir ese consumo, mientras que si la economía se encuentra estancada y se busca estimular la actividad y el consumo (como ha ocurrido en la última década), se reducen las tasas de interés, incluso llegando a tasas negativas, lo que significa que depositar dinero en el banco puede costarte dinero.
¿Cómo afectaría la introducción del euro digital en la eurozona? Si se implementa un euro digital con las mismas características que el efectivo, es decir, sin generar intereses, podría utilizarse de manera especulativa para evitar las tasas de interés. En caso de que vuelva a haber tasas de interés negativas en la economía, las personas podrían trasladar sus ahorros a euros digitales. Sin embargo, si se aplicasen tasas de interés negativas al euro digital, podrían retirar sus ahorros en efectivo, lo que dificultaría el control del BCE sobre la política monetaria y podría dar lugar a problemas económicos, como corridas bancarias, que afectarían la liquidez de los bancos y, en última instancia, la estabilidad económica.
Para abordar estos problemas, se han propuesto varias medidas, como establecer un límite en la cantidad de euros digitales que un usuario puede tener en su billetera digital (el BCE ha sugerido entre 3.000 y 4.000 euros), aplicar tarifas para las transferencias de grandes cantidades de euros entre billeteras digitales (para evitar movimientos masivos con fines especulativos) o establecer un sistema de tasas de interés escalonadas, donde a partir de cierta cantidad, se aplicarían tasas de interés muy bajas o incluso negativas.
El proyecto, tanto del ero digital como de la mayoría de CBDC por el mundo, está todavía en unas fases muy tempranas; los bancos centrales tienen que decidir cuál será el diseño definitivo y debaten sus problemas y ventajas. El BCE pasará a una nueva etapa de su proyecto a finales de 2023, en la que comenzará el desarrollo de servicios integrados y pruebas reales con el euro digital, que durará aproximadamente tres años más. Siendo optimistas, el euro digital podría llegar a nuestras vidas entre 2027 y 2028, y no estará de más estar informado para poder explicarles a tus amigos lo mismo que les expliqué yo.
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