Yo no soy xenófobo ni racista, pero…
Seguro que muchos hemos dicho u oído la frase anterior y ya sabemos que ese ‘pero’ puede matizar tanto lo expresado anteriormente hasta el punto de invalidarlo. El tema que se tratará en este trabajo versa acerca de la ética, la moral y la aporofobia desde la visión de Cortina.
Adela Cortina es catedrática emérita de Ética de la Universidad de Valencia. Fue laureada, entre otros reconocimientos, con el prestigioso Premio Nacional de Ensayo (2014) por su obra ¿Para qué sirve realmente la ética? (2013) publicó el libro Aporofobia, el rechazo al pobre (2017), que fue una auténtica revolución para las reflexiones acerca del racismo o la xenofobia.
Para Cortina es necesario trazar una línea divisoria, aunque difuminada, entre ética y moral. ¿Por qué es necesario que esa línea siga la técnica del sfumato? Para responder a esto, hemos de ir a la etimología de estas dos voces que, aunque estén alejadas geográficamente, el ser humano las aproxima por simple necesidad constitutiva. Moral procede del latín mos, moris y significa ‘costumbre’; mientras que ética procede del griego éthos que significa ‘carácter’. La ética, tal y como la concebimos actualmente, es una disciplina filosófica cuyo objeto de estudio es el comportamiento de las personas en relación con el binomio dicotómico bien-mal. Nuestro carácter es fruto de una disposición psicológica que parte del temperamento, que es innato, pero ese carácter se va moldeando según las costumbres de la sociedad en la que estemos desarrollando nuestro proyecto vital. Cortina afirma que la ética se interroga acerca de cómo podríamos forjarnos un buen carácter. En ¿Para qué sirve realmente la ética? (2013) se expone que
Las personas sí podemos cambiar, por eso tiene sentido la ética, porque nacemos con un temperamento que no hemos elegido y en un medio social, que tampoco estuvo en nuestras manos aceptar o rechazar, pero a partir de él vamos tomando unas decisiones que refuerzan unas predisposiciones u otras, generando buenos hábitos si llevan a una vida buena, malos, si llevan a lo contrario. Los primeros reciben el nombre de virtudes, los segundos, el de vicios. (Cortina, 2013, p.38)
Asimismo, el interrogante que deriva de lo mencionando con anterioridad es por qué nos comportamos de forma distinta dependiendo de la situación en la que estemos si hemos tomado la decisión de estar solo en el lado de las virtudes o en el lado de los vicios. El comportamiento oscilante entre lo apolíneo y lo dionisíaco viene dado, según diversos estudios que se aúnan en el libro de Cortina, por las condiciones del entorno; es decir, si el entorno nos proporciona recursos y sentimientos agradables, hay más posibilidades de que una persona sea amable, y demuestre un buen carácter. Y, por el contrario, si las condiciones externas son desfavorables, nuestro cerebro tiende al caos y al beneficio propio como un mecanismo de supervivencia. Cortina está en desacuerdo con esos estudios, afirmando que
Si todo esto fuera verdad, parece que esto de que nos labramos un buen carácter sería más bien una ilusión que los seres humanos nos hacemos por no se sabe qué secretos mecanismos de nuestro cerebro, para poder conservar una mejor imagen de nosotros mismos, y que nos inventamos razones para justificar esas acciones nuestras que se desvían de la virtud para no perder nuestra autoestima. (Cortina, 2013, p.40)
Para Cortina es clave la reflexión sobre la propia actuación, es decir, plantearnos si existe una coherencia en nuestra forma de proceder independientemente de la situación a la que estemos expuestos, así como pensar por qué no siempre se da esa coherencia o en qué situaciones obramos de forma totalmente contraria a aquello que realmente sentimos que tenemos que hacer.
La moral es un compendio de normas que, por el hecho de estar inmersos en una sociedad, hemos de seguir y nos obliga a regular nuestro comportamiento con base en esas reglas. De esta forma, sabemos que aquellas personas que transgreden las normas dentro de una comunidad se le considera inmoral. Sin embargo, existen sociedades cuyas normas actúan en detrimento de los derechos de las personas, cayendo en el racismo, la islamofobia y la xenofobia. Cortina acuñó en la década de los noventa un término que cambiaría absolutamente la concepción que tenemos de esos tres vocablos mencionados anteriormente: la aporofobia, que no se introdujo en el Diccionario de la Real Academia Española hasta el año 2017. Este término procede del griego á-poros, que significa ‘sin recursos’ y fobos, que significa ‘miedo’. Es decir, la aporofobia es el miedo o el rechazo a la pobreza, lo que se traduce en que el temor no es al origen, cultura o color de piel de una persona, sino a que esa persona sea pobre. Hemos de tener en cuenta que la aporofobia puede darse de muchas formas que van más allá de la invisibilización o el desprecio hacia las personas pobres. Por ejemplo, pueden darse conductas lesivas que van desde el insulto hasta la agresión física.
Como conclusión, es necesario destacar que para Cortina el hecho de forjarse un buen carácter es fundamental para vivir una vida con base en criterios morales. Es necesario preguntarnos por qué se siente un rechazo hacia el contacto con personas sin recursos, qué es lo que nos asusta. Sea como fuere, el término que acuñó es una de las mayores laceraciones a la conciencia que una persona pueda experimentar.
Como todo filósofo inasequible al desaliento, Cortina no desea vivir en el afelio de la realidad, sino que persigue, parafraseando al poeta Ángel Valente, la caída que le posibilite la ascensión a lo hondo. En otras palabras, enarbola la búsqueda perenne de aquello que hiere desde el abismo de la inconsciencia, desde la sombra, desde aquello que existe y se teme nombrar precisamente porque hiere.
En definitiva: la moral es inevitable y la ética no debería ser evitada para que no caigamos en una sociedad enferma, débil…, hética.