Textos en VIRTUAM

Spanish Clubbing: Espacios de expresión e identidad con perspectiva de género

por , , , | May 26, 2025 | Musicología

CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO

Borrueco Madrigal, Cristina, Franco Brusse, Sara, Pascual Caplliure, Hugo, Piqueras Cabellos, Marta (2025, 26 de mayo). Spanish Clubbing: Espacios de expresión e identidad con perspectiva de género. VIRTUAM. https://virtuam.net/2025/05/26/spanish-clubbing-espacios-de-expresion-e-identidad-con-perspectiva-de-genero/

La escena club en España atraviesa una transformación significativa impulsada por la emergencia de espacios donde música, identidad y activismo se entrelazan. En este contexto, los clubes adquieren un papel renovado como plataformas inclusivas, diversas y musicalmente innovadoras. Para entender las razones de esta transformación, resulta necesario analizar la evolución de la cultura club como fenómeno musical y social que, desde sus orígenes, ha ofrecido un espacio de expresión a identidades disidentes, en particular a mujeres, comunidades queer y personas no blancas. Apoyado en investigaciones recientes y en un trabajo de campo, que hemos centrado en el club Antídoto de Madrid, este artículo aborda el papel de la mujer DJ y las dificultades estructurales que enfrenta en su desarrollo profesional.

La cultura club tiene sus raíces en Estados Unidos durante las décadas de 1970 y 1980, en ciudades como Nueva York, Chicago o Detroit, donde surgieron espacios destinados a nuevas formas de escucha musical centradas en la pista de baile. La música grabada de géneros emergentes como el disco o el funk a manos de la nueva figura del DJ, arroparon en estos espacios a comunidades afroamericanas, latinas y LGTBQ+ haciéndoles partícipes de un movimiento sociocultural. La creatividad artística, la expresión de identidades queer y los nuevos discursos en torno al ocio, facilitaron el desarrollo de una escena diversa, así como la subversión de roles tradicionales de género al margen de una sociedad heteropatriarcal (Pelsy, 2021).

En el contexto español, la cultura club se instaura durante la Transición democrática, en una coyuntura marcada por el auge de las subculturas juveniles y la apertura a influencias musicales internacionales. Clubes como Daniel’s en Barcelona, Black & White en Madrid o Barraca en Valencia encarnaron este espíritu transgresor al ofrecer espacios alternativos de sociabilidad. No obstante, la progresiva comercialización del ocio nocturno y las políticas reguladoras implementadas durante los años noventa diluyeron en gran medida la dimensión subcultural y queer de estos lugares. Esta estandarización de la fiesta en el ocio nocturno está relacionada con mecanismos de mercado que superponen intereses económicos y tendencias comerciales a las necesidades expresivas de su público dejando de lado cuestiones de género y políticas igualitarias (Algaba Pérez, 2020).

En este escenario, la figura de la DJ continúa viéndose atravesada por desigualdades de género que se manifiestan tanto en el plano profesional como en la atención mediática a su imagen. Históricamente, la industria musical —hegemonizada por hombres— ha instrumentalizado la imagen corporal de las artistas para reforzar estereotipos sexuales y ha desplazado el foco desde su capacidad técnica y sensibilidad artística hacia su apariencia. Teresa López Castilla identifica distintas tipologías de representación de las mujeres DJ: las llamadas Sex Kitten DJs, que emplean una estética hipersexualizada para ganar visibilidad; las T-Shirt DJs, que optan por una imagen más neutra para eludir la objetivación; y las Dyke DJs, cuya estética suele asociarse a una identidad lésbica, aunque no siempre exista esa correspondencia identitaria. (López Castilla, 2015, p. 66, p 288).

El manejo en directo de la música electrónica exige un dominio técnico especializado que implica operar herramientas como mesas de mezcla, controladores MIDI, sintetizadores, samplers y software de producción en tiempo real. Se trata de competencias que, lejos de limitarse al ámbito técnico, requieren de sensibilidad artística, capacidad de improvisación y una comprensión profunda del lenguaje musical contemporáneo. Sin embargo, el acceso de las mujeres a determinados conocimientos ha estado históricamente obstaculizado por imaginarios patriarcales que asocian la tecnología con lo masculino y relegan a las mujeres a roles pasivos o decorativos dentro de la cadena de producción musical. Este sesgo de género, profundamente arraigado en la cultura occidental, condiciona la percepción de la competencia profesional de las mujeres DJs, quienes deben enfrentarse a una constante exigencia de legitimación. Se espera de ellas no solo una ejecución impecable, sino también una prueba reiterada de solvencia técnica, creatividad y presencia escénica, como si su pertenencia a estos espacios estuviera siempre en entredicho. Se someten por tanto a un presión adicional, que rara vez recae con la misma intensidad sobre sus colegas varones, reflejo de un sistema de valoración desigual en el que la excelencia femenina deja de ser un mérito reconocido para convertirse en un requisito previo de acceso.

Ahora bien, estas dinámicas no afectan por igual a todas las mujeres y es aquí donde resulta imprescindible introducir la noción de interseccionalidad, formulada por Kimberlé Crenshaw (1989), para entender cómo las distintas formas de discriminación —por género, raza, clase, edad o sexualidad— se superponen en la experiencia de las mujeres racializadas dentro de la escena club (Gandarias Goikoetxea, 2017, p. 75). Su visibilidad, lejos de limitarse a una cuestión de representatividad, constituye una apuesta política por desestabilizar los marcos dominantes de producción cultural y reconfigurar el acceso a los espacios de creación y escucha.

Un caso paradigmático en este sentido es el de Antídoto Club, un espacio madrileño que combina música electrónica contemporánea con una clara vocación de inclusión. Con una propuesta estética y sonora alineada con las nuevas sensibilidades urbanas, Antídoto ha logrado consolidarse como un entorno referencial para la comunidad LGTBIQ+. Este club destaca por otorgar relevancia al trabajo de las artistas, ya que las posiciona como el centro de atención. Así, se fomenta una experiencia donde la música y el baile son los componentes esenciales para la generación de una comunidad que se revela efímera en el tiempo, pero efectiva. La DJ Drea, residente del club, ejemplifica este modelo al integrar géneros como el R&B, el Future Bass, el Kuduro y el Hip Hop, dando lugar a una narrativa sonora que dialoga con su identidad y su contexto social.

En las entrevistas realizadas, varios asistentes a Antídoto Club señalan que el traslado a una sala de mayor capacidad provocó una masificación del público y una pérdida del carácter underground que lo distinguía en la escena madrileña. La creciente popularidad atrajo perfiles más convencionales, transformando el espacio en un club “postu” (como describen los entrevistados), es decir, alineado con lógicas mainstream. Esta transformación derivó en una percepción de “gentrificación cultural” del espacio, que comenzó a atraer perfiles más convencionales y a diluir su condición de “espacio seguro” para las minorías.

Desde una perspectiva musicológica crítica, se hace necesario repensar la escena club en España como un espacio atravesado por tensiones estructurales de género, raza y clase que siguen condicionando tanto las dinámicas de participación como las formas de reconocimiento. Lejos de constituir simples lugares de ocio, los clubes funcionan como laboratorios de subjetividades, donde se experimentan formas de estar en el mundo, se negocian identidades disidentes y se disputan los marcos simbólicos del poder. A pesar de los avances hacia una mayor visibilidad y diversidad, persisten lógicas discriminatorias —como la sexualización, el racismo o la exclusión tecnológica— que afectan de manera particularmente intensa a las mujeres DJs racializadas, obligadas a justificar continuamente su legitimidad artística y técnica. En este contexto, su presencia no solo tiene un valor representativo, sino que encarna una fuerza transformadora capaz de cuestionar los códigos hegemónicos de la escena electrónica. Reivindicar sus trayectorias implica reconocer el carácter político de sus prácticas, así como el potencial subversivo de las estéticas sonoras que encarnan. A partir de sus raíces afrodescendientes y queer, la cultura club conserva hoy una potencia crítica que permite resignificar sus espacios como territorios de resistencia, cuidado y experimentación colectiva. En ellos se abren posibilidades para imaginar otros futuros: más inclusivos, más diversos y profundamente comprometidos con la justicia social en el campo musical.

QR Code

Áreas de conocimiento

Asignaturas

Estudios

Archivos

Boletín mensual Virtuam

Si quieres recibir regularmente novedades de nuestra plataforma de publicación de textos, suscríbete gratuitamente a nuestro boletín mensual con las últimas publicaciones en Virtuam y otras noticias de interés.

Servicio de Formación de Usuarios

Biblioguía con la información de los cursos de formación impartidos en las bibliotecas

Compartir esto