Las nanas, o canciones de cuna, constituyen una expresión musical y literaria de extraordinaria raigambre en las culturas populares que ha sido transmitida fundamentalmente por mujeres —madres, abuelas u otras cuidadoras— a lo largo de generaciones. Estas composiciones breves, surgidas en el ámbito doméstico y vehiculadas por la oralidad, han acompañado el sueño infantil y han articulado un espacio íntimo de relación afectiva que va más allá del mero acto de arrullar. En este trabajo nos proponemos examinar la naturaleza de las nanas, su genealogía y evolución, así como su configuración musical y poética, con especial atención a su inscripción dentro de las dinámicas de género y su relevancia cultural. Desde una perspectiva interdisciplinar, el estudio aborda las nanas no solo como artefactos musicales destinados a inducir el sueño, sino como microcosmos que condensan tensiones emocionales, relaciones de poder y estructuras sociales históricamente marcadas por la feminización del cuidado. El análisis permite recuperar y resignificar una tradición muchas veces relegada al ámbito de las expresiones menores, pese a su indiscutible riqueza estética y su profunda carga simbólica.
Naturaleza y función
Las canciones de cuna son breves composiciones cantadas que combinan melodía, ritmo repetitivo y lenguaje afectivo para crear un entorno sonoro propicio al descanso infantil. Aunque pueden parecer simples, en realidad poseen una notable riqueza poética y formal. Tal y como explica Ewa Gomółka (2020), no tienen una estructura fija, pudiendo variar en longitud, número de estrofas o estribillos. Si bien el destinatario directo es el bebé, como ha observado Cerrillo (2007) la verdadera interlocutora es la propia arrulladora, madre, abuela o cuidadora, quien encuentra en este acto un espacio para sus emociones. Según Federico García Lorca (1928), es posible afirmar que la nana española, lejos de ser un mero vehículo de sedación, introduce al niño en las emociones fundamentales de la vida, cumpliendo así una función formativa y emocional de largo alcance.
Orígenes y transmisión
El origen de las nanas se inscribe en la tradición oral hispánica y cuenta con referencias escritas desde el siglo XVI. Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana, define el arrullo como un canto repetitivo destinado a dormir al niño, lo que atestigua la temprana conciencia cultural de este género (Masera, 1994). Felipe Pedrell (1922), en el tomo primero de su Cancionero musical popular español, subraya su relación con otros géneros populares, como los villancicos y las coplas del Siglo de Oro y destaca su doble dimensión literaria y musical.
El proceso de transmisión ha sido, casi exclusivamente, oral. Las nanas no fueron compuestas para ser escritas ni preservadas en papel, sino para ser cantadas en contextos cotidianos, lo que explica la enorme variabilidad y riqueza de versiones existentes. Este dinamismo ha permitido conservar ciertos elementos poéticos y melódicos, como fórmulas repetitivas, imágenes simbólicas y estructuras métricas sencillas, que han garantizado la perdurabilidad del género en diferentes contextos geográficos y culturales.
Aunque la canción de cuna no es exclusiva del ámbito hispano, en España y Latinoamérica refleja rasgos culturales distintivos, como el tono melancólico, el uso de diminutivos afectivos o la alternancia entre ternura y dramatismo. Así, la nana en español puede entenderse como una forma de poesía popular femenina que, desde la intimidad doméstica, ha moldeado la experiencia emocional de varias generaciones de mujeres.
Características musicales y poéticas
Desde el punto de vista musical, las nanas presentan un ritmo estrechamente vinculado al balanceo físico del cuerpo o de la cuna, lo que produce un efecto hipnótico y reconfortante (Gomółka, 2020). La melodía suele ser monótona, construida sobre intervalos reducidos y frases melódicas repetitivas. Lorca afirmaba que la canción de cuna perfecta consistía en “la repetición de dos notas entre sí, alargando su duración y efectos” (Masera, 1994).
Las letras de las canciones de cuna también cumplen una función esencial. En las nanas dirigidas a recién nacidos, se privilegia el uso de onomatopeyas y secuencias fonéticas carentes de significado semántico explícito—“ro-ro”, “ea-ea”, “na-na”—, que acompañan rítmicamente al canto y cumplen también una función esencialmente sensorial y afectiva. En contraste, cuando el destinatario es un niño mayor, que ya comprende el lenguaje, el texto gana complejidad literaria y emocional. El mensaje verbal adquiere un mayor protagonismo, llegando incluso a incorporar exhortaciones, amenazas o reflexiones poéticas (Cerrillo, 2007). Se trata entonces de una poesía íntima, en la que se entremezclan amor, miedo, esperanza, frustración y deseo. Es el caso de las nanas literarias modernas, como las famosas “Nanas de la cebolla” de Miguel Hernández, donde la voz del padre se transforma en una herramienta de consuelo frente a una realidad adversa (Fernández Alonso & Lorente Fernández, 2020).
El carácter lírico-autobiográfico es otro rasgo destacado. La arrulladora, al proyectar su subjetividad en el canto, convierte al niño en un catalizador de su discurso interior, de sus temores y aspiraciones. En palabras de Gomółka (2020), el niño “permite a la mujer empezar a cantar”, pero pronto se convierte en un oyente silente mientras la arrulladora continúa su “confesión”. Esta dimensión revela la función catártica de la nana como espacio de autorreconocimiento y desahogo emocional, aspecto que ha sido insuficientemente atendido por la crítica tradicional.
Una clasificación de los diferentes tipos de nanas
Masera (1994) propone una tipología exhaustiva que permite desentrañar la complejidad temática y funcional del repertorio de nanas. Distingue seis grandes categorías, a las que cabe añadir matices que enriquecen la comprensión de este corpus:
- Nanas propiamente dichas. Son las canciones cuyo propósito explícito es inducir el sueño del niño a través de la utilización de fórmulas afectivas repetitivas y diminutivos poéticos que refuerzan la ternura y el vínculo maternal. Constituyen la forma más “pura” del género y despliegan un imaginario delicado en el que el niño es comparado con seres celestiales o elementos naturales —“lucerito de la mañana”, “mi alma”, entre otros— que simbolizan su inocencia y fragilidad (Gomółka, 2020).
- Nanas del insomnio. Reflejan la fatiga frente a la resistencia del niño a dormir e incluso la desesperación de la madre. A veces, se introducen personajes imaginarios o fantásticos (como el Coco) que amenazan al niño para forzarlo a dormir. Estos personajes “asusta-niños” son, según Gomółka (2020), un rasgo distintivo de la nana española.
- Nanas con alusiones al trabajo o al cansancio del emisor. Dan voz al esfuerzo cotidiano de las mujeres en sus tareas domésticas y de cuidado. La petición para que el niño duerma se presenta como un ruego que busca un momento de alivio, un respiro frente a las múltiples obligaciones que recaen sobre los hombros de la arrulladora.
- Nanas de ausencia o abandono. Centran su contenido en la falta de la figura materna o paterna, introduciendo un tono elegíaco y una carga emocional más trágica. Estas canciones, menos frecuentes pero de gran densidad simbólica, exploran sentimientos de soledad, desamparo y orfandad (Gomółka, 2020; Cerrillo, 2007).
- Nanas protectoras. Una vez dormido el niño, la letra se transforma en una súplica dirigida a entidades sobrenaturales, santos, animales o elementos de la naturaleza para proteger el sueño del infante. Este tipo de nana amplía el horizonte afectivo y simbólico más allá del núcleo familiar al apelar a fuerzas externas para asegurar el bienestar del bebé.
- Nanas funcionales. Estas canciones, aunque no poseen un contenido temático explícitamente relacionado con el sueño o el descanso, cumplen la función de arrullo debido a su ritmo cadencioso, su melodía suave y su tono sereno. En este grupo se incluyen villancicos, cantares amorosos y piezas religiosas que, recontextualizadas por el uso cotidiano, se integran en el repertorio de nanas (Masera, 1994).
- Por último cabe mencionar las escritas por autoras y autores contemporáneos desde una conciencia poética elaborada. Figuras como Carmen Conde, Federico García Lorca y Gabriela Mistral, entre otros, han reconfigurado el género en clave artística, manteniendo su función emocional pero integrando recursos estilísticos complejos, procedentes del simbolismo, el surrealismo y otras corrientes literarias que dialogan con la tradición popular y la trascienden (Cerrillo, 2007).
Conclusión
Las canciones de cuna constituyen una expresión eminentemente femenina, nacida en el ámbito doméstico y popular, y transmitida casi exclusivamente por mujeres a lo largo de generaciones. Sin embargo, su papel como creadoras y guardianas de esta tradición ha sido sistemáticamente invisibilizado y relegado en los relatos hegemónicos de la cultura. A pesar de su notable riqueza lírica, musical y afectiva, las nanas han sido históricamente consideradas expresiones menores, una percepción estrechamente ligada a su asociación con sectores populares y con el trabajo reproductivo, tradicionalmente desvalorizado por su carácter no remunerado y confinado al espacio privado. Más allá de vehicular el amor materno, estas canciones revelan, con frecuencia, el cansancio, la frustración y el anhelo de consuelo de mujeres sometidas a una intensa sobrecarga laboral y emocional.
Revalorizar este repertorio implica reconocer el legado silenciado de generaciones de mujeres que, desde la invisibilidad impuesta, han sostenido y transmitido un patrimonio cultural de enorme densidad simbólica. Las nanas no solo arrullan a los niños: también acunan, en su textura sonora y poética, la memoria colectiva de quienes, desde los márgenes, han sido fundamentales en la construcción de la cultura popular.