El pop coreano se extiende a nivel mundial, marcando récords en ventas, visualizaciones y llenando estadios en distintos continentes. Pero detrás de esa imagen de éxito y glamur, se esconde una realidad dura, que afecta a muchos de sus protagonistas: un sistema muy exigente y, en ocasiones, deshumanizante, que ha sido vinculado a múltiples casos de suicidio entre sus artistas.
Un sistema implacable: la formación de ídolos
En Corea del Sur, la carrera de un futuro “Idol” comienza a muy temprana edad. De acuerdo con Lie (2015) “Young people, sometimes as young as ten, sign exclusive contracts with entertainment agencies and undergo training that can last for years without a guaranteed debut.” Este entrenamiento abarca clases de canto, baile, idiomas, control de peso y manejo de la imagen pública, entre otros aspectos. Oh y Park (2020) explican que “The idol training system is a double-edged sword: while it creates stars, it also fosters mental health issues such as anxiety, eating disorders, and burnout.”
La exigencia desde el inicio se traduce en una presión constante que se intensifica a medida que los jóvenes ingresan a un entorno competitivo. Donde cada error puede poner en riesgo años de dedicación y esfuerzo.
El debut: ¿inicio de la libertad o nueva prisión?
Contrariamente a lo que muchos podrían imaginar, el debut no marca el fin de la opresión ni de las exigencias. Provoca que se intensifique la vigilancia sobre la imagen de los artistas. Los idols son sometidos a vigilancia constante, tanto por sus agencias como por sus fans y los medios de comunicación.
Una vez en la industria, los ídolos deben mantener una conducta y apariencia impecables en todo momento. Se imponen restricciones sobre aspectos tan personales como la vida sentimental y las expresiones de opinión que podrían contradecir la imagen cuidadosamente construida. Además, el uso de redes sociales, si bien permite la conexión con millones de seguidores, también se convierte en un escenario donde el acoso, las amenazas y los ataques personales se vuelven moneda corriente.
Salud mental: un silencio que mata
Aunque existe un creciente interés por la salud mental a nivel global, en Corea del Sur el estigma asociado a estos temas sigue siendo muy fuerte. En este contexto, la cultura de la perfección y la imagen impoluta deja a los artistas sin un espacio seguro para expresar sus dificultades o buscar apoyo profesional. De acuerdo con la revista The Saratoga Falcon (2021), “As a result of all the pressure and exhaustion in their lives, many idols develop severe health issues such as eating disorders, anxiety and depression.”
Las cifras de suicidio en Corea del Sur son alarmantes, especialmente entre los jóvenes. La revista World Health Organization (2021) hace hincapié, “Corea del Sur tiene una de las tasas de suicidio más altas del mundo desarrollado, especialmente entre los jóvenes” Los ídolos, pese a disfrutar de una fama casi inalcanzable para el ciudadano común, se ven expuestos a la misma vulnerabilidad emocional, intensificada por críticas y presiones constantes. Según datos recientes: “Suicide was the leading cause of death among people aged 10 to 39 years” (Yoon, 2023).
Casos emblemáticos: el lamento de un grito ahogado
Uno de los casos más duros es el de Kim Jonghyun, exvocalista del grupo SHINee, quien se quitó la vida en diciembre de 2017. La carta póstuma que dejó expresaba su profundo sufrimiento: “I’m broken from the inside, the depression that has slowly eaten away at me has finally consumed me, and I couldn’t beat it” (Wang, 2017). Este desgarrador mensaje evidenció el nivel de presión y desesperación que podía experimentar un artista de renombre.
En 2019, el panorama se volvió aún más sombrío con las muertes de Sulli y Goo Hara, quienes fueron objeto de acoso extremo en línea. Estos casos no solo sacudieron a sus seguidores, sino que pusieron en evidencia fallas estructurales en una industria que exige perfección a costa de la salud emocional de sus talentos.
La expansión global: oportunidades y nuevos desafíos
El auge internacional del K-pop ha multiplicado las oportunidades para sus artistas, pero también ha elevado las exigencias a niveles aún mayores. Jung y Kim (2020) comentaron que “K-pop’s global expansion has intensified the demands on idols to constantly produce content, remain visible, and meet global expectations of perfection.”
El éxito internacional significa itinerarios frenéticos, constantes promociones y una presión perpetua para mantener una imagen sin fallos frente a una audiencia global. Las celebridades del K-pop deben adaptarse a una realidad donde el rendimiento y la presencia mediática son incesantes, lo que puede derivar en agotamiento físico y emocional.
Un cambio estructural
Frente a la evidencia de una industria que cobra un elevado precio personal, se hace urgente la implementación de medidas que protejan la salud mental de los artistas. Algunas agencias han comenzado a introducir servicios de apoyo psicológico y ajustes en los horarios de trabajo, aunque estas medidas siguen siendo superficiales o simbólicas, sin atacar los problemas estructurales de fondo.
Para transformar verdaderamente el entorno del K-pop, es necesario:
- Revisar y cambiar los contratos: Limitar la duración y condiciones de los acuerdos laborales para evitar abusos y mantener un equilibrio justo entre la carrera y la vida personal.
- Promover una buena salud mental: Proveer acceso a soporte emocional y terapéutico de forma confidencial y permanente.
- Educar: Incluir programas de educación emocional desde las etapas de entrenamiento para dotar a los futuros artistas de herramientas para manejar la presión.
- Acabar con el acoso social: Establecer mecanismos y normativas que prevengan el acoso en línea y protejan la integridad de los artistas.
- Fomentar una cultura de apertura: Promover el diálogo sobre salud mental en la sociedad para derribar el estigma y permitir que las personas, incluidos los ídolos, puedan buscar ayuda sin temor a ser marginados.
Conclusión
El fenómeno del K-pop ha alcanzado niveles de éxito asombrosos, sin embargo, no puede ocultar las sombras que se esconden sobre quienes lo hacen posible. Los suicidios de artistas reconocidos no son casos aislados, sino manifestaciones de un sistema que, en busca de la perfección, sacrifica el bienestar emocional.
La transformación no solo es urgente, sino necesaria para que el K-pop pueda avanzar hacia un futuro en el que el talento y la pasión no estén condenados a pagar un alto precio personal. La perfección, por muy seductora que resulte, debe ser una meta alcanzable sin sacrificar la vida y el bienestar de quienes la persiguen.